martes, 26 de febrero de 2013

los estudios

La adolescencia es un periodo en el desarrollo biologico, psicologico,sexual y social inmediatamente posterior a la niñez y que comienza con la pubertad. Su rango de duración varía según las diferentes fuentes y opiniones médicas, científicas y psicológicas, pero generalmente se enmarca su inicio entre los 10 a 12 años, y su finalización a los 19 o 20.
La adolescencia es ese estado en el que uno puede sentirse en limbo, porque ya no se es niño/niña, pero tampoco se es adulto. La adolescencia implica cambios físicos y emocionales para los propios adolescentes y también cambios en la organización y relaciones familiares. Hay distintas etapas en la adolescencia y cada una trae consigo sus perculiaridades particulares.


¿Por qué quieren dormir hasta tarde?

Una queja frecuente de los padres sobre sus hijos adolescentes es que siempre les parece 

pronto para acostarse y pronto para levantarse. “Se queda despierto hasta las tantas y por la 

mañana no hay quien le levante”, se lamentan. Núria Curell, pediatra y responsable de la 

unidad de adolescentes de USP Dexeus, explica que el reloj del sueño se retrasa en la 

adolescencia. Hay estudios que prueban que la melatonina, la hormona que induce el sueño, 

se segrega cada vez más tarde a partir de la pubertad y por eso muchos chavales tienen 

problemas para conciliar el sueño si se van pronto a la cama. Y van retrasando la hora de 

acostarse sin poder posponer la de levantarse, lo que hace que duerman poco, que acumulen 

cansancio –y con frecuencia irritabilidad–, y que a muchos les resulte duro despertarse.

También influyen factores medioambientales. Es frecuente que los adolescentes pasen 

muchas horas ante el ordenador y las videoconsolas, con luz artificial, y eso disminuye la 

cantidad de melatonina segregada, así que no sienten la necesidad de ir a dormir.

¿Por qué comen de forma impulsiva o a deshoras?
Puede tomarse un paquete entero de galletas sin pestañear”. “Se acaba la caja de cereales 

en dos meriendas”. “No puede pasar por la cocina sin abrir la despensa o la nevera en busca 

de algo para picotear, aunque acabemos de comer”. “Come más que su padre”. “Se bebe 

dos litros de refresco de una sentada”. Estas frases dan muestra de algunos de los 

anárquicos y con frecuencia impulsivos hábitos alimentarios que caracterizan a muchos 

adolescentes. El apetito desmesurado y la ingesta de alimentos de preparación sencilla, 

consumo fácil y saciedad inmediata es un rasgo muy típico de esta etapa. La doctora Curell 

explica que en la adolescencia se realiza aproximadamente el 25% del crecimiento total –con 

estirones de 8-12 centímetros al año en la etapa puberal– y se gana el 40% o 50% del peso 

definitivo. “Hay un incremento muy importante de la masa corporal en esa etapa; los chicos 

duplican su masa muscular y las chicas su tejido adiposo, así que aumentan sus necesidades 

energéticas y es normal que tengan mucho más apetito”, comenta. Y precisa que, de media, 

las chicas pasan de necesitar 2.071 calorías a los 9-13 años, a requerir más de 2.300 a los 

14-18, y los chicos de 2.200, a más de 3.100. “Tienen hambre y el cuerpo les pide energía, 

hidratos de carbono y azúcar, y se inflan de cereales y cosas así”, señala. Y es esa gran 

necesidad de energía la que provoca que estén queriendo comer casi constantemente. Los 

especialistas aseguran que los adolescentes necesitan un aporte extra de algunos nutrientes, 

como calcio, hierro, zinc o magnesio. “En torno al 45% de la masa ósea de un adulto se forma 

en la adolescencia, así que necesitan mucho calcio y ejercicio físico para estimular el 

crecimiento de los huesos y fortalecerlos”, apuntan. A este respecto, Curell alerta sobre el 

consumo de refrescos con gas, muy habitual a esas edades: “El ácido carbónico dificulta la 

absorción del calcio, así que si abusan de esas bebidas pueden tener problemas de densidad 

ósea”.

También es frecuente que los adolescentes estén faltos de hierro debido al aumento de su 

masa muscular y de su volumen sanguíneo, por lo que necesitan tomar alimentos ricos en este 

micromineral (verduras verdes, carne magra, frutos secos…) para evitar problemas de 

cansancio, de bajo rendimiento escolar o mareos, más frecuentes en las chicas debido a la 

menstruación pero que también afectan a los varones.

También están más expuestos a modas alimenticias pasajeras, suelen saltarse algunas 

comidas (muchos el desayuno, porque se levantan dormidos y con la hora justa para ir al      

amigos y comen snacks, fast food y refrescos con mayor frecuencia. Y como también 

empiezan a quedarse solos en casa, eligen comidas de preparación sencilla y consumo fácil, 

como hamburguesas o bocadillos, y abusan de chuches y precocinados, perjudiciales por su 

alto contenido en colorantes y aditivos. Estos desequilibrios pueden contribuir a la sensación 

de cansancio que muestran algunos, aunque el riesgo más grave es que la preocupación por 

su cuerpo y por agradar a los demás, unida a desequilibrios emocionales o falta de 

autoestima, desencadenen trastornos como anorexia o bulimia.

¿Por qué son destartalados?

“Uno diría que hasta le cuesta andar”; “está muy torpe, se le caen las cosas de las manos”. La 

transformación física que viven los adolescentes es tremenda: crecen mucho (y no siempre 

de forma armónica), a las chicas les crecen las mamas, ellos se vuelven peludos, se 

ensanchan las caderas, la cara se llena de granos… “Son muchos cambios y muy rápidos; 

crecen a estirones, primero las piernas y al cabo de un tiempo el tronco, y no es fácil 

acostumbrarse al nuevo tamaño ni la nueva fuerza; es como cuando cambias de coche, de 

ordenador o de cubiertos, que no los manejas igual, que los movimientos han de ser 

Manuel J. Castillo, catedrático de Fisiología Médica en la Universidad de Granada.

¿Por qué pasan tantas horas en el baño o ante el espejo?

Además de acostumbrarse a su nuevo aspecto físico, el adolescente necesita aceptarlo, 

asumir su nueva talla, su nuevo peso, sus nuevas facciones. Y en esa opinión pesa mucho la 

aceptación y valoración que recibe de sus amigos y las parejas potenciales. “El niño se 

valora por reflejo de quienes le quieren, se mira en el espejo de los padres y de los 

profesores, que son un entorno poco crítico; en cambio, el adolescente se mira en el espejo 

de sus compañeros y compañeras, que le pueden ver con aprecio o sin él, así que le importa 

mucho su aspecto y se esfuerza por cuidarlo para ser aceptado y admirado”, explica Castillo. 

Y añade que, para conseguirlo, pone en marcha un proceso de ensayo y error sobre su 

peinado, su ropa, su forma de moverse, su agilidad, su musculatura… que a menudo se 

traduce en horas de pose ante el espejo. Susana Cañamares, psicóloga de la unidad de 

adolescentes de USP Dexeus, asegura que “los adolescentes muestran una preocupación 

excesiva por su cuerpo porque no se reconocen; se miran y dicen ¿quién soy?, y no siempre 

se gustan”. Y añade que el hecho de encerrarsehoras en el baño también tiene que ver con la 

necesidad que sienten de distanciarse y aislarse de los padres, así como de descubrir su

¿Por qué se aíslan en su habitación?

Se pasa el día encerrado en su cuarto, en su mundo, y no quiere saber nada del resto”. “Se 

pone los cascos con su música y olvídate de que existe”. El aislamiento del resto de la familia 

es uno de los rasgos comunes de los adolescentes. “El día que encuentras la puerta de la 

habitación de tu hijo cerrada es que ha entrado en la adolescencia”, indica la psicóloga 

Susana Cañamares. Los pediatras Gloria Cabezuelo y Pedro Frontera, autores de El 

desarrollo psicomotor. Desde la infancia hasta la adolescencia (Narcea Ediciones), explican 

que “hay un periodo de introspección y timidez, sobre todo en la adolescencia temprana y 

media, en el que se ensimisman, pasan horas en su cuarto y reflexionan sobre sus cambios y 

experiencias para conocerse mejor; y pueden resultar hoscos e insociables si creen que los 

padres se meten en sus cosas”. Mario Izcovich, responsable del grupo de investigación en 

adolescencia del Col.legi de Psicòlegs de Catalunya, explica en su libro Tiempo de 

transformación (12-15 años) (Síntesis), que en esta etapa los hijos se recluyen en su 

habitación para establecer límites claros deseparación de sus padres, porque 

psicológicamente necesitan diferenciarse de ellos para iniciar su propio camino, para definir y 

reafirmar su personalidad, y a veces precisan evidenciar físicamente ese distanciamiento.

¿Por qué dan golpes y portazos?

El adolescente tiene una gran energía vital, y la manifiesta dando saltos y portazos, gritando, 

bailando con la música a toda pastilla o haciendo deporte hasta la extenuación; siempre tiene 

prisa, horarios anárquicos, come rápidamente y se levanta antes de que los demás acaben 

porque ha quedado o tiene cosas que hacer…”. La descripción de los doctores Cabezuelo y 

Frontera resume bastante la experiencia de muchos padres de adolescentes, que con 

frecuencia se quejan de una convivencia “imposible”. El psicólogo y psicoanalista Mario 

Izcovich asegura que esta rebeldía, este negativismo hacia todo lo que tenga relación con los 

padres –sea ordenar la habitación, ducharse o hacer las tareas escolares–, es una forma de 

decir “aquí estoy yo”, porque construyen su personalidad por oposición y negación del otro. 

“En otras épocas se relacionaba la rebeldía con una ruptura ideológica respecto a los padres, 

con la reclamación de libertad, pero hoy no hay tanta rebeldía ideológica, es más la oposición 

por oposición para diferenciarse; algunos la manifiestan a gritos, otros con pasotismo o no 

hablando, porque no todos los adolescentes ni adolescencias son iguales”, comenta.

Manuel J. Castillo cree que también hay causas físicas en este gritar y tratar de imponerse a 

los padres: “Se sienten grandes, más fuertes y con más argumentos, y su cerebro es más 

impulsivo, quieren conseguir lo que desean a cualquier precio y tienen menos desarrollado el 

freno a las respuestas inapropiadas”. Y comenta que las resonancias magnéticas muestran 

que a esas edades hay menos actividad en las zonas del cerebro que modulan los impulsos y 

controlan el no hacer lo que a uno le apetece en cada momento.

¿Por qué son tan impulsivos e impacientes?

El catedrático de Fisiología de la Universidad de Granada vincula la impulsividad de los 

adolescentes con sus alteraciones hormonales, que les hacen más arriesgados, con menor 

capacidad para prever las consecuencias de sus acciones. Explica que los mayores niveles 

de testosterona y estrógenos favorecen la liberación de dopamina, un neurotransmisor 

implicado en la pulsión por la recompensa que provoca que el adolescente se decante por la 

ganancia inmediata y no esté dispuesto a esperar para conseguir lo que desea aunque 

esperando que la recompensa fuera mayor. “A esa edad, lo que quieren lo quieren ahora 

mismo, y luchan por ello, por eso discuten tanto con los padres”, comenta Castillo. Y añade 

que en las resonancias se observa que las áreas cerebrales que modulan los impulsos y 

permiten no hacer lo que apetece en cada momento en los adolescentes se activan más si 

hay recompensa. “Tú le dices a un chaval de 14 años ‘ordena tu cuarto’ y no se activan las 

áreas cerebrales para hacerlo, así que no lo hace porque se le olvida; en cambio, si le dices 

‘si ordenas tu cuarto puede venir tu amigo a casa’, como hay recompensa no se le olvida y lo 

hace”, ejemplifica.

¿Por qué tienen tantos altibajos?

“Tan pronto está loco de contento como dice que es el más desgraciado del mundo”. “Un día 

está espídico y te cuenta su vida y otros días no le puedes preguntar ni cómo se encuentra”. 

Los altibajos emocionales y las contradicciones son otro de los rasgos que observan los 

padres. Gloria Cabezuelo y Pedro Frontera aseguran que son el precio que pagan los 

adolescentes para edificar su propia personalidad diferenciada y convertirse en adultos: 

“Buscan su propia identidad personal, sexual y hasta moral, y en ese proceso indagador, 

como aún no tienen una estructura psíquica estable, son muy vulnerables y muy sensibles a 

influencias y acontecimientos externos, que pueden herirles si son desfavorables”.

El psicólogo y psicoanalista Mario Izcovich vincula estos cambios de humor con el duelo que 

hace el adolescente por la pérdida de su infancia: “La adolescencia es el proceso para 

pasar de niño a adulto; el mundo del adulto atrae, resulta interesante, y por eso piden ser 

tratados como mayores; pero también tienen momentos de reivindicación infantil en los que 

echan de menos su infancia, su cuerpo de niños, sus juegos o su relación con los padres, y 

hacerse adultos les da miedo o les incomoda; de ahí sus contradicciones”.

Susana Cañamares asegura que estos altibajos tienen que ver con que el cerebro no madura 

de forma armónica ni al unísono. “Primero se desarrolla el sistema límbico, que es el que tiene 

que ver con las emociones, y después la corteza prefrontal, responsable del funcionamiento 

ejecutivo, el control, la autorregulación y la toma de decisiones; ese desequilibrio provoca que 

en los primeros años de la adolescencia los chavales tengan una emotividad muy alta, que 

vivan los problemas con mucha intensidad y tengan muy desarrollada la búsqueda de 

sensaciones, y que sean poco capaces de controlarlas o de planificarse y a veces incurran 

en conductas de riesgo”, explica. Castillo agrega que los cambios hormonales que 

experimentan también tienen que ver con esta mayor reactividad emocional, con que sean 

más sensibles a ser aceptados o rechazados, a sentir felicidad o tristeza, a pasar del amor al 

odio. “Son más sensibles a las emociones porque la dopamina, en exceso, crea inestabilidad 

y humor cambiante”, resume.

¿Por qué cuestionan todo?

“¿Quién decidió que no se puede silbar en la mesa? ¿Y qué hay de malo en poner los 

codos?”. Un día son los modales en las comidas y otro las decisiones políticas. La cosa es 

cuestionar. “Los adolescentes lo cuestionan todo porque en esa etapa se desarrolla su 

pensamiento abstracto y eso les da mucha más habilidad para argumentar y para pensar 

simbólicamente, y tienen una expresión verbal perfeccionada, así que se ven con argumentos 

para todo”, explica Susana Cañamares. Cabezuelo y Frontera subrayan que “la intensa 

activación cerebral hormonal hace que muchos adolescentes experimenten un aumento 

espectacular de su capacidad de aprendizaje, de crear, de tener ideas brillantes; pero su 

capacidad intelectual está muy influenciada por sus emociones, para bien y para mal, y sólo 

les interesa lo que les motiva o les gusta”.

¿Por qué influyen tanto sus amigos?

Mario Izcovich explica que la adolescencia es el proceso por el que los hijos abandonan el 

grupo familiar, ese núcleo de protección y cuidado, para salir a la sociedad, para situarse en 

el mundo, y en ese trayecto la pandilla de amigos supone una transición, una especie de 

colchón para atenuar el miedo que provoca el mundo exterior. “Los cambios que viven, el 

hacerse mayores, les provoca temor e incertidumbre sobre su identidad, y por eso 

identificarse con un grupo, experimentar con iguales, hace que se sientan acompañados en 

el proceso de ganar autonomía”, dice.

Manuel J. Castillo opina que la influencia que ejercen los amigos tiene que ver con que deja de 

percibirse sólo por cómo se ve él o quienes le quieren y se mira en el espejo de sus 

compañeros, y pasa a ser muy importante ser socialmente aceptado, apreciado y admirado 

por el grupo. “Lo que más motiva al adolescente, lo que más disfruta, es estar con los amigos, 

y la valoración de estos le influye mucho, así que busca su aprobación, que es su principal 

recompensa y estímulo, y uno de los factores que favorecen la liberación de dopamina, el 

neurotrans­misor que eleva la pulsión por la recompensa, la búsqueda de novedades, y el 

comportamiento consu­matorio: quiero algo, voy a por ello, lo tengo y lo agoto, se den o no las 

circunstancias para ello”, resume.














Entender la adolescencia

Pero, ¿cuándo empieza exactamente la adolescencia? El mensaje que hemos de transmitir a nuestros hijos es que todo el mundo es diferente. Hay niños que hacen el cambio muy pronto y niños que lo hacen muy tarde, unos que maduran a la velocidad de la luz y otros que lo hacen lenta pero paulatinamente. En otras palabras, existe un amplio abanico de posibilidades sobre lo que se considera normal.
Pero es importante establecer una distinción (aunque un tanto artificial) entre la pubertad y la adolescencia. La mayoría de nosotros pensamos en la pubertad como en la etapa en que se desarrollan las características sexuales adultas: los senos, el período menstrual, el vello púbico y la barba. Estos son, desde luego, los signos más visibles de la pubertad y de la adultez inminente, pero los chicos que presentan estos cambios físicos (aproximadamente entre los 8 y los 14 años), pueden estar experimentando un montón de cambios que no se pueden percibir desde afuera. Estos son los cambios de la adolescencia.
Muchos niños dan muestras de que ya han entrado en la adolescencia al hacer un cambio drástico en la forma de relacionarse con sus padres. Empiezan a separarse de "mamá y papá" y a ser más independientes. Al mismo tiempo, los chicos de esta edad cada vez dan mayor importancia al modo en que los ven los demás, especialmente los demás chicos de su edad, e intentan desesperadamente "encajar" en el grupo y ser aceptados. Sus amigos se vuelven mucho más importantes, en comparación con sus padres, a la hora de tomar decisiones.
Los chicos de esta edad a menudo empiezan a "probar" cómo se sienten en diferentes apariencias físicas, estilos e identidades, y adquieren mayor conciencia de en qué difieren de los demás chicos de su edad y esto puede generar momentos de tensión y conflicto con los padres.

Consejos para educar a un hijo durante la adolescencia

¿Necesita un buen mapa de carreteras que le guíe durante ésta etapa? He aquí algunos consejos:

Edúquese

Lea libros sobre la adolescencia. Piense en su propia adolescencia. Recuerde su lucha contra el acné o la vergüenza que le daba estar desarrollándose "demasiado" pronto o "demasiado" tarde. Prepárese para los altibajos emocionales en un niño que antes era una castañuela y para tener cada vez más conflictos mientras su hijo madura como individuo. Los padres que saben qué les espera pueden afrontarlo mejor. Y, cuánto más sepa sobre la adolescencia, mejor se podrá preparar.

Hable con su hijo antes de que sea tarde

Hablar con un hijo sobre las poluciones nocturnas (sueños húmedos) o sobre la menstruación cuando ya haya tenido esas experiencias es llegar demasiado tarde. Responda a las primeras preguntas sobre el cuerpo que le haga su hijo cuando todavía sea un niño, como las diferencias entre chicos y chicas o de dónde vienen los niños. Pero no le sature con demasiada información; limítese a responder a sus preguntas. Si no conoce las respuestas, ayúdele a encontrar a alguien que las conozca, como un amigo de confianza o su pediatra.
Usted conoce a su hijo. Cuando constate que empieza a contar chistes sobre sexo o que se preocupa más por su aspecto físico, será un buen momento para que usted se lance con sus propias preguntas, como:
  • ¿Has notado cambios en tu cuerpo?
  • ¿Tienes sentimientos y/o sensaciones extrañas?
  • ¿A veces te pones triste sin saber por qué?
La revisión médica anual puede ser una gran oportunidad para sacar a colación este tipo de cuestiones. El pediatra puede explicarles, a su hijo preadolescente y a usted, qué cambios pueden esperar en los próximos años. Puede utilizar el exámen física como punto de partida para mantener una conversación abierta con su hijo. Cuanto más retrase esa conversación, más probabilidades habrá de que su hijo se forme ideas equivocadas y sienta vergüenza o temor ante los cambios corporales y emocionales que irá experimentando.
Además, cuanto antes empiece a hablar abiertamente sobre estos temas, más probabilidades tendrá de mantener abiertos los canales de comunicación durante toda la adolescencia. Déle a su hijo libros sobre la pubertad escritos para chicos que están atravesando esta etapa. Comparta con su hijo los recuerdos de su propia adolescencia. Para tranquilizar a un chico, no hay nada como saber que "mamá o papá" también han pasado por eso.

Póngase en el lugar de su hijo

Practique la empatía con su hijo. Ayúdele a entender que es normal que esté un poco preocupado o cohibido y que también es normal que a veces se sienta "mayor" y otras como si todavía fuera un "niño".

Escoja sus batallas

Si su hijo adolescente quiere teñirse el pelo, pintarse de negro las uñas de los pies o vestir de forma estrafalaria, tal vez valga la pena que usted lo piense dos veces antes de oponerse. A los adolescentes les gusta sorprender a sus padres y es mucho mejor dejarles que lo hagan con cosas que son temporales e inofensivas. Guárdese las objeciones para las cosas que importan de verdad, como el tabaco, las drogas, el alcohol o cambios permanentes (e irremediables) en su aspecto.
Pregunte a su hijo por qué quiere vestirse o tener un aspecto dentro de una determinada manera e intente comprender cómo se siente. Es posible que también le interese comentarle cómo lo percibirán los demás: ayude a su hijo a entender como lo verán los demás cuando vista o se vea de ese modo.

Fíje expectativas realistas

Es probable que a un adolescente le desagraden las expectativas que sus padres tienen sobre él. De todos modos, los adolescentes suelen entender y necesitan saber que sus padres se preocupan lo suficiente por ellos como para esperar determinadas cosas, como que saquen buenas notas, se comporten correctamente y respeten las normas de la casa. Si los padres tienen unas expectativas apropiadas, es más probable que los adolescentes intenten cumplirlas. Si usted no tiene unas expectativas razonables sobre su hijo adolescente, es posible que él sienta que no se preocupa por él.

Informe a su hijo y manténgase informado

La adolescencia suele ser una etapa de experimentación y a veces esa experimentación incluye comportamientos arriesgados. No eluda los temas relacionados con el sexo, las drogas, el alcohol y el tabaco; si conversa con su hijo abiertamente sobre estos temas antes de que se exponga a ellos, habrá más probabilidades de que actúe de forma responsable cuando llegue el momento. Comparta los valores de su familia con su hijo y hable con él sobre lo que considera correcto e incorrecto.
Conozca a los amigos de su hijo y también a los padres de sus amigos. La comunicación habitual entre los padres puede hacer maravillas para crear un ambiente seguro para todos los adolescentes que pertenecen al mismo grupo. Los padres pueden ayudarse los unos a los otros a hacer un seguimiento de las actividades de sus hijos sin que éstos se sientan vigilados.




Sepa identificar las señales de alarma

Que una persona experimente cierta cantidad de cambios es algo normal durante la adolescencia, pero un cambio demasiado drástico o duradero en la personalidad o comportamiento de un adolescente puede indicar que existe un problema real que requiere ayuda profesional. Esté pendiente de si su hijo presenta una o varias de las siguientes señales de alarma:
  • aumento o pérdida excesiva de peso
  • problemas de sueño
  • cambios rápidos y drásticos en su personalidad
  • cambio repentino de amigos
  • faltar a clase continuamente
  • sacar peores notas
  • hablar o, incluso, bromear sobre el suicidio
  • indicios de que fuma, bebe alcohol o consume drogas
  • problemas con la ley
Cualquier otro comportamiento inadecuado que dure más de 6 semanas también puede ser un signo de algún problema subyacente. Durante esta etapa, usted puede esperar que su hijo tenga algún que otro tropiezo en los estudios o en el comportamiento, pero un estudiante de notables y sobresaliente no debería de repente empezar a fallar, ni una persona que suele ser extrovertida debería aislarse de todo el mundo. En tal caso, el pediatra de su hijo, o bien un psicólogo o psiquiatra, podrían orientarle para encontrar la ayuda profesional adecuada para él.

Respete la intimidad de su hijo

A algunos padres, comprensiblemente, les cuesta mucho respetar la intimidad de su hijo. Sienten que todo cuanto hacen sus hijos es asunto suyo. Pero, para ayudar a su hijo a convertirse en un adulto joven, deberá respetar su intimidad. Si usted detecta señales de alarma de que su hijo podría tener problemas, entonces no tendrá más remedio que invadir su intimidad hasta llegar al fondo del problema. Pero, en caso contrario, deberá mantenerse al margen.
En otras palabras, el dormitorio de un adolescente, sus libros, sus correos electrónicos y sus llamadas telefónicas deben ser algo completamente privado. Tampoco debe esperar que su hijo comparta con usted todas sus ideas o actividades. Está claro que, por estrictos motivos de seguridad, usted siempre debe saber dónde está, qué está haciendo, con quién está y cuándo volverá su hijo, pero no necesita conocer todos los detalles. Y, por descontado, ¡no espere que le pida que le acompañe!
Empiece por la confianza. Deje que su hijo sepa que usted confía en él. Pero, si se rompe la confianza, su hijo deberá disfrutar de menos libertades hasta que la recupere.

Supervise lo que ve y lo que lee su hijo

Programas de televisión, revistas, libros, Internet; los chicos pueden acceder a un montón de información. Esté al tanto de lo que ve y lee su hijo. No tema fijarle límites sobre la cantidad de tiempo que puede pasar delante del televisor o de la computadora. Sepa qué aprende su hijo de los medios de comunicación y con quién se comunica a través de Internet.
Cuando están a solas, los adolescentes no deben tener un acceso ilimitado a la televisión o a Internet; ambas deberían ser actividades de carácter público. El acceso a la tecnología también se debería restringir a partir de determinada hora (por ejemplo las 10 de la noche) para favorecer una cantidad adecuada de horas de sueño. Es razonable prohibir el uso del teléfono móvil y la computadora a partir de determinada hora.

Establezca normas apropiadas

La hora a la que su hijo adolescente debe acostarse ha de ser la adecuada para su edad, como cuando era un bebé. Los adolescentes todavía necesitan dormir de 8 a 9 horas por la noche. Recompense a su hijo por ser una persona digna de confianza. ¿Respeta el "toque de queda" de las 10 de la noche los fines de semana? En tal caso, desplácelo hasta las 10:30. ¿Tiene un adolescente que participar siempre en las salidas familiares? Fomente que su hijo pase una cantidad de tiempo razonable con la familia.
Decida cuáles son sus expectativas y no se sienta ofendido cuando su hijo no quiera pasar tanto tiempo con usted como antes. Piense en su propia adolescencia: probablemente usted sentía lo mismo con respecto a sus propios padres.

¿Se acabará alguna vez?

A medida que su hijo avance por los años de la adolescencia, usted notará que disminuyen los altibajos emocionales propios de esta etapa. Y, al final, se convertirá en un joven independiente, responsable y comunicativo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario